En la pesca hay dos reglas sencillas:
1) No se puede pescar más de lo que los recursos pueden renovar.
2) Y, mucho menos, ejemplares pequeños que aún no han logrado reproducirse.
Si esto sucede, el capital que hay bajo el agua disminuye, colapsa.
La cantidad de barcos, empresas, artes de pesca, plantas de procesamiento y, en definitiva, cuántas personas pueden trabajar en la pesquería, está muy vinculado al estado de los recursos y lo que se puede pescar anualmente. Cuando esta capacidad pesquera no es regulada en forma adecuada, se produce un exceso de inversión y capacidad, por lo que se tiende a pescar más de lo permitido para sostener, en el corto plazo, la actividad económica y el trabajo, situación que viven las principales pesquerías del mundo, incluyendo varias de las de nuestro país.