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El crecimiento de la soja: impacto y soluciones

 En los últimos 50 años la producción de soja creció diez veces, de 27 a 269 millones de toneladas en 2012. El 93% provino de seis países, entre ellos, la Argentina, que abastece el 21% de toda la soja producida en el mundo. La consecuencia de este crecimiento es la destrucción significativa de bosques, sabanas y praderas, incluyendo el Bosque Atlántico, el Chaco y el Bosque Chiquitano. WWF y Vida Silvestre proponen buenas prácticas agrícolas y una planificación territorial para una producción sustentable.

En los últimos 50 años la producción de soja creció diez veces, de 27 a 269 millones de toneladas en 2012. El 93% provino de seis países, entre ellos, la Argentina, que abastece el 21% de toda la soja producida en el mundo. La consecuencia de este crecimiento es la destrucción significativa de bosques, sabanas y praderas, incluyendo el Bosque Atlántico, el Chaco y el Bosque Chiquitano. WWF y Vida Silvestre proponen buenas prácticas agrícolas y una planificación territorial para una producción sustentable.

(Buenos Aires, 11 de marzo de 2014) La Organización Mundial de Conservación (WWF), de la que cual la Fundación Vida Silvestre Argentina es una entidad asociada, lanzó el informe “El crecimiento de la soja: impacto y soluciones” que explica el alcance del problema, los factores que lo promueven y cómo a todos nos toca un rol en la implementación de soluciones.

En los últimos 50 años la producción de soja creció diez veces, de 27 a 269 millones de toneladas. El área total destinada a soja cubre actualmente más de un millón de km2, equivalente al área total combinada de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, La Pampa, San Luis y Mendoza. En Latinoamérica, el área dedicada al cultivo de soja es de 46 millones de hectáreas. El crecimiento más rápido en años recientes fue en Sudamérica, donde la producción creció el 123% entre 1996 y 2004. Y esta expansión no muestra ningún signo de parar: la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) sugiere que la producción de soja casi se duplicará para 2050.

La soja es uno de los productos agrícolas más rentables. 269 millones de toneladas fueron producidas en 2012, de los cuales el 93% provino solamente de seis países: Brasil, Estados Unidos, Argentina, China, India y Paraguay. La producción de soja está expandiéndose rápidamente en Bolivia y Uruguay. Los principales importadores son la Unión Europea y China, mientras que Estados Unidos tiene el mayor consumo de soja per cápita.

Se espera que la producción de soja se incremente rápidamente en la medida en que el desarrollo económico lleve a un aumento en el consumo de proteína animal, especialmente en países emergentes y en vías de desarrollo. Proyecciones recientes de la FAO indican un aumento de 515 millones de toneladas para 2050; otros proyectan un 2,2% anual hasta 2030.


Hacia el camino de la soja sustentable

Como consecuencia de la producción de soja, áreas enormes de bosques, pastizales y sabanas fueron convertidas a la agricultura. En total, el área de tierra en Sudamérica dedicada a la soja creció de 17 millones de hectáreas en 1990 a 46 millones de hectáreas en 2010, mayormente en tierras convertidas a partir de ecosistemas naturales. Entre 2000 y 2010, 24 millones de hectáreas fueron convertidas a cultivos en Sudamérica: la producción de soja se expandió 20 millones de hectáreas en el mismo periodo. Ulises Martinez, especialista de Fundación Vida Silvestre Argentina, agrega “En la Argentina, la superficie cultivada con soja aumentó de 5 millones a 18 millones de ha entre 1990 y 2010. En el mismo período se perdieron unos 7 millones de ha de bosques nativos y más de 1 millón de ha de pastizales naturales.”

El rápido crecimiento de la demanda de soja destinada a la alimentación de animales es una de las causas clave para la destrucción significativa de bosques, sabanas y praderas, incluyendo la Amazonía, el Cerrado, el Bosque Atlántico, el Chaco, el Bosque Chiquitano, que cubre la mayor parte de Brasil, Argentina, Bolivia y Paraguay y las praderas de América del Norte, y del aumento de la vulnerabilidad de especies como el yaguareté, el oso hormiguero gigante, el armadillo y el guacamayo.

“La sustentabilidad del suelo y del agua debe interesar al productor porque se trata de sus recursos productivos, de su posibilidad de seguir produciendo en el futuro. En este sentido es necesaria la adopción generalizada de Buenas Prácticas Agrícolas, que incluyan rotaciones de cultivos, manejo integrado de plagas, uso responsable de agroquímicos y labranzas conservacionistas.” afirma Martinez. “Estas prácticas están disponibles, son conocidas y difundidas tanto por organismos oficiales como privados. Lamentablemente, su aplicación en la práctica no es generalizada.”

Otros aspectos tienen un impacto regional o global, que exceden la escala del productor individual. En este sentido se destaca la necesidad de una planificación territorial de la expansión agrícola, como la que se pretende a partir de los Ordenamientos Ambientales de la Ley de Bosques.

Todas estas cuestiones pueden ser promovidas a través de políticas públicas, que establezcan marcos regulatorios claros y exigibles, así como incentivos adecuados para que la producción sustentable sea además rentable.

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